lunes, 20 de diciembre de 2010

Lengua castellana en la ESO y el Bachillerato: excesos y deficiencias

Los actuales planes de estudios que regulan las enseñanzas de la materia común “Lengua castellana y literatura”, así como los libros de texto disponibles al uso, reflejan una tendencia común y extendida en la educación secundaria española desde hace décadas: centrar el estudio de la lengua en el análisis morfológico y, especialmente, en el análisis sintáctico. Sin embargo, los estudios lingüísticos en general abarcan muchos más campos (fonética y fonología, semántica, ortografía, lexicografía, pragmática, sociolingüística, etc.). No obstante, año tras año el alumno de secundaria tiene que enfrentarse inexorablemente al análisis sintáctico. Además, no deja de ser paradójico que esta repetición anual de contenidos no logre asentar definitivamente algunos conceptos, como el reconocimiento del complemento predicativo y del complemento de régimen o suplemento, que incomprensiblemente se les resiste a la mayoría de los alumnos.

¿A qué se debe el que los planes de estudio en España focalicen el estudio en la sintaxis principalmente? Creo que la respuesta hay que buscarla en el propio desarrollo de la investigación lingüística a lo largo del siglo XX. En 1916 ve la luz el fundamental Curso de lingüística general de Ferdinand de Saussure, libro que supone el arranque de los estudios estructuralistas en lingüística. A Saussure y sus seguidores se debe el estudio moderno de la fonética y la fonología, vigente todavía en los libros de texto de secundaria según el modelo estructuralista. A mediados de siglo surge en EE.UU. la escuela lingüística capitaneada por Noam Chomsky, conocida hoy en día como Gramática Generativa, que constituye una revolución en el ámbito de los estudios lingüísticos. Pocos años después se desarrolla otra escuela, el Funcionalismo, con el holandés Simon Dirk como máximo representante. Estas dos escuelas, la generativista y la funcional, han volcado una gran energía en el terreno de la sintaxis, seguramente el campo de la lingüística que mayor atención recibe en la actualidad por parte de los investigadores especializados.

Sin duda, la influencia de todos estos avances en los estudios lingüísticos se encuentra en la base de los actuales programas de secundaria. En la mayoría de los cursos, los capítulos iniciales de los libros de texto se dedican a la exposición del sistema lingüístico casi de la misma manera en que lo trazó Saussure a comienzos del siglo XX. La novedad de ciertas distinciones (lengua y habla, la teoría del signo lingüístico, el esquema comunicativo de emisor, receptor, mensaje, canal, etc.) fue en su momento de una importancia mayúscula en cuanto a la conformación de la Lingüística como ciencia moderna, pero ello no es razón para concederle la importancia que le atribuyen los programas oficiales de secundaria. De hecho, tales capítulos deberían ser definitivamente desterrados de los libros de texto, porque a un estudiante adolescente de poco le sirve conocer la nomenclatura del acto comunicativo si no es capaz de entender completamente un texto (me remito a los recientes resultados del Informe Pisa 2009). 

Por otra parte, el desarrollo ingente de los estudios sobre sintaxis, especialmente desde la entrada en juego del estructuralismo distribucionalista de Bloomfield o del generativismo de Chomsky, incide totalmente en la importancia que se le concede a la sintaxis en la enseñanza secundaria. Curiosamente, y a pesar de ello, el método de análisis sintáctico en secundaria se mueve siempre entre el estructuralismo y el funcionalismo más básico, sin que haya el menor asomo de sintaxis generativa, la cual, sin embargo, se postula seguramente como la opción más avanzada y coherente en el campo la investigación. Una posible explicación de este hecho es la poca formación del profesorado de secundaria –e incluso de universidad– en el ámbito del generativismo.

Así las cosas, habría que replantearse la necesidad del estudio repetitivo de la sintaxis año tras año e intentar centrar la enseñanza de la lengua en ámbitos más adecuados a las exigencias del hablante medio. La sintaxis debería reducirse a un par de cursos, de manera intensiva y definitiva, en la medida de lo posible, sin entrar en ejemplos dudosos o casos especiales. Ello es tarea de los estudiantes universitarios de filología. El hablante medio que termine la ESO o el Bachillerato, lo que necesita es un conocimiento útil y directo de la herramienta que constituye su propia lengua y que en absoluto se consigue con años de análisis sintáctico ni con los patrones actuales de educación.

La prioridad debería ser, en primer lugar, el estudio de la ortografía, descargando drásticamente de faltas los textos de cualquiera que haya pasado por las aulas, sobre todo tratándose de una ortografía relativamente simple como es la española. Es paradójico observar cómo tantos españoles se enorgullecen de su lengua y defienden su riqueza pero cometen faltas de ortografía sin ruborizarse.

En segundo lugar, es necesario el desarrollo de la capacidad de lectura y entendimiento de textos, fundamental para nosotros, en cuanto que la literatura española es especialmente compleja en su expresión, en comparación con otras literaturas. Además, con la proliferación de la moderna literatura infantil y juvenil, los alumnos no están acostumbrados a enfrentarse a un texto medianamente complicado, hasta el punto de que Bécquer (uno de nuestros poetas más sencillos) puede resultarles complejo a muchos alumnos.

En tercer lugar, habría que mejorar de manera considerable la capacidad de redacción, fomentando la producción de textos escritos por los alumnos y ofreciendo patrones de expresión adecuados a cada tipo de texto. Actualmente, sólo se contempla el análisis de textos diversos, pero no la propia producción de los mismos, con lo cual la capacidad de redacción del alumno se ve claramente deteriorada.

Por último, deberían sumarse esfuerzos para mejorar la lectura en voz alta y el recitado, temas pendientes no ya en la mayoría de los alumnos, sino en gran parte de los hablantes españoles.






Andrés Ortega Garrido, Doctor en Filología Latina y profesor de Didactia.

1 comentario:

  1. Interesante post, me ha hecho pensar. Se me ocurren algunos apuntes:
    1. Es verdad que se incide demasiado sobre morfosintaxis. Como hipótesis explicativa se me ocurre, además de las que apunta Andrés, que es lo se corrige de forma más sencilla, dado su grado de exactitud. Lo verdaderamente complicado es enseñar a comprender y escribir textos, las dos grandes carencias del alumnado español. Aspectos como la fonología e incluso la ortografía me parecen menos importantes.
    2. Es como si en Filosofía se enseñara casi sólo lógica: por supuesto que es importante, pero sólo como un requisito para pensar bien. En ese sentido, la sintaxis y las matemáticas deberían ser medios subordinados al fin del pensar bien. Desgraciadamente, son muchos los profesores de Filosofía que se limitan (por falta de tiempo y recursos o por mera negligencia)a enseñar la historia de la materia, para que el alumno la memorice y la repita en los exámenes sin comprender nada de nada.

    Un saludo, Antonio de la Cruz

    ResponderEliminar