martes, 1 de febrero de 2011

COLGADOS DEL SIGLO XXI


Hola, me llamo Cristina y tengo 13 años.

Esta frase puede aparecer en cualquier perfil de Facebook o Tuenti. Incluso podría haberla escrito en mi propio perfil. Pero claro, estaría mintiendo si lo hiciera. Aunque eso no
tenéis por qué saberlo.

Son cada vez más los jóvenes que tienen un perfil en Facebook o en Tuenti, o en ambas redes. Las utilizan para colgar sus fotos del fin de semana, para hablar con sus amigos y compañeros de colegio y para saber lo que éstos hacen, dicen y piensan. Parece una cosa sencilla, sin peligros. Y es que es una actividad que hemos normalizado sin apenas darnos cuenta, como si el mundo que nos precedía no hubiera sido tan distinto de este otro que nos ha tocado vivir. Como si internet y las nuevas tecnologías hubieran estado ahí siempre. Este hecho convierte a los jóvenes en seres potencialmente vulnerables en cuanto que desconocen la ambivalencia que de las redes sociales se puede extraer. Violentar la privacidad del individuo es, sin duda, uno de sus mayores riesgos.

Bien es cierto que, si conoces la herramienta, puedes aumentar la privacidad de tu perfil, permitiendo que sólo las personas que tu elijas puedan ver determinadas aplicaciones (como ocurre en Facebook). Pero para saber esto, tienes que haberte leído las condiciones de privacidad, que están escritas en un lenguaje tedioso que se aproxima fácilmente a aquél que te puedes encontrar en las condiciones de contratación de una tarjeta de crédito. 

Sea como fuere, el caso es que estas redes se han ido haciendo un hueco poco a poco en nuestra vida diaria. Y también en la vida de los niños. Hace poco, he leído que los niños aprenden antes a manejar Internet que a atarse los cordones. Muchos de ellos pasan las horas vacías ante un ordenador. Y todos sabemos los peligros que entraña Internet. Lo que a lo mejor no sabemos es que esto afecta también a las relaciones sociales de los chavales. Raro es el niño que no pasa buena parte de sus ratos libres conectado, chateando con los amigos que apenas hace unas horas que vio en el colegio. Esta actividad, que no es ajena a los adultos, no deja de ser un entretenimiento vacío, que fomenta la pérdida de tiempo y nos hace estar “enganchados” a lo que sucede entre nuestras amistades. ¡Cuántas horas perdidas ante la pantalla del ordenador, dándole a “foto siguiente” o buceando entre los perfiles de los amigos! Y, ¿para qué? Si realmente tuvieras algo que decir a esa compañera que has visto hace poco tiempo, ¿no lo hubieras hecho entonces? ¿De verdad te interesa tanto lo que tus “amigos” están haciendo? Y, por otro lado, ¿de verdad crees que es tan interesante lo que has hecho esta tarde? Estas son preguntas que, seguramente, no se planteen los más pequeños a la hora de hacer uso de estas herramientas. Ellos se quedan con la parte amable, la divertida, la graciosa. Somos los adultos los que sabemos que hay algo más.

No se trata de que los niños cierren todos sus perfiles abiertos en Internet, ni de que supriman las direcciones de correo y Messenger. Se trata de enseñarles a valerse por sí mismos para que logren saber actuar con la debida responsabilidad y cautela en estos márgenes de la vida tan complicados y confusos y que tanto pie pueden llegar a dar a la equivocación y el malentendido. Lo que hay que hacer es enseñarles que la responsabilidad es la mejor linterna que pueden utilizar en este camino que acaban de iniciar, el de la vida.

Posiblemente ahora, mientras lees estas palabras, estés pensando que tal vez sea hora de conectarse y de ver quién anda por ahí… Me parece bien: hazlo. Pero no olvides nunca que los mejores amigos son siempre los de carne y hueso.





Alejandra Sanz Godoy, Licenciada en Traducción e Interpretación y profesora de Didactia.

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